- Ellie WoonlonPoeta en ciernesGenerador de debatePremio a la participación activa en el foroPopularidadGalardón al poeta cuyos temas gustan a la comunidadMirmidónVeterano del foro
- Mensajes : 79
Numen del poeta : 1822
Reputación : 14
Fecha de inscripción : 31/05/2020
Edad : 23
Localización : Argentina
Poema de una conmoción
Miér Jun 10, 2020 5:24 pm
¡Es que perdió a su mamá!, el niño que cuidaba de aquel distinguido ramo.
Sucedió que ella, momentos atrás, dándole el racimo en mano, le había dejado en claro:
"¡Tenme estas plantas, apá, que volveré al rato!"
Y se marchó hacia allá, donde Dios sabe a dónde la ha mandado.
La mujer, de claros cabellos, había dejado una luz tras su sendero.
El joven, todavía infante crédulo, aferrándose a las flores avanzó enceguecido, siguiéndola lerdo.
Dando pasos esperanzados, idealizando la imagen que anhelaba ver de nuevo.
Pues la de aquella, quien lo había engendrado, buscándola con el extender sus brazos.
Mientras más se aproximaba en los pasos, mayor era su sedante.
Pues vivía ensoñado, con una fantasía que le impedía ver a sus acompañantes.
El niño vivió, en aquel adulto casado y hecho padre, admirando flores de nadie.
Por desgracia, cuando lo comprendió fue muy tarde.
Su madre se había ido dejando una brecha lastimosa, a los brazos de Morfeo.
Y el sendero no era esclarecedor, estaba iluminado por rojo intenso.
Como aquellas rosas sumamente espinosas, que le había heredado al hijo primero.
Y él disfrutando del color, pero goteando carmín por sostener tallos pinchosos desde ese enero.
Y la muerte asusta a todo pequeño, pero no cuando está creciendo.
Pues dentro del corazón anida ese niño interno, soñador, en cada cuerpo.
El adulto que la muerte comprende, como biología al cerebro, conoce limitadamente...
¡Que nada es eterno, y la plenitud es alcanzable, por un moderado precio!
Deja de ver ese reflejo, que ya no está más, suelta ese pasado, que en manos vivas entorpece y se torna añejo.
A quien todavía no entiende qué pasó...
En todo este tiempo, este sentimiento es temporal.
Sucedió que ella, momentos atrás, dándole el racimo en mano, le había dejado en claro:
"¡Tenme estas plantas, apá, que volveré al rato!"
Y se marchó hacia allá, donde Dios sabe a dónde la ha mandado.
La mujer, de claros cabellos, había dejado una luz tras su sendero.
El joven, todavía infante crédulo, aferrándose a las flores avanzó enceguecido, siguiéndola lerdo.
Dando pasos esperanzados, idealizando la imagen que anhelaba ver de nuevo.
Pues la de aquella, quien lo había engendrado, buscándola con el extender sus brazos.
Mientras más se aproximaba en los pasos, mayor era su sedante.
Pues vivía ensoñado, con una fantasía que le impedía ver a sus acompañantes.
El niño vivió, en aquel adulto casado y hecho padre, admirando flores de nadie.
Por desgracia, cuando lo comprendió fue muy tarde.
Su madre se había ido dejando una brecha lastimosa, a los brazos de Morfeo.
Y el sendero no era esclarecedor, estaba iluminado por rojo intenso.
Como aquellas rosas sumamente espinosas, que le había heredado al hijo primero.
Y él disfrutando del color, pero goteando carmín por sostener tallos pinchosos desde ese enero.
Y la muerte asusta a todo pequeño, pero no cuando está creciendo.
Pues dentro del corazón anida ese niño interno, soñador, en cada cuerpo.
El adulto que la muerte comprende, como biología al cerebro, conoce limitadamente...
¡Que nada es eterno, y la plenitud es alcanzable, por un moderado precio!
Deja de ver ese reflejo, que ya no está más, suelta ese pasado, que en manos vivas entorpece y se torna añejo.
A quien todavía no entiende qué pasó...
En todo este tiempo, este sentimiento es temporal.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.