- Jordi ThosMirmidónVeterano del foro
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El inefable mundo del pollo
Jue Jun 11, 2020 2:25 am
Las capacidades del ser humano hacen que sienta la necesidad de conocer, lo cual parece loable, sin embargo, el modo en que concibe su capacidad de desentrañar la realidad que le rodea, parece más rayar en la línea de su autodestrucción que en la lógica de la que supuestamente está hecho.
Veamos la sentencia: “la verdad no existe, ya que nada puede ser tomado como verdad”. De entrada, debe señalarse la contradicción que encierra la propia proposición, ya que si nada es verdad, esta sentencia tampoco puede serlo. El cisma lógico no presenta ningún reto ya que a mi entender, no es sino señal de falsa premisa.
Aceptemos el reto de verificar la cuestión desde un punto de vista estrictamente humano.
Esta sentencia pretende arruinar que exista un sentido para la vida. En mala hora se ha escogido al ser humano para tal demostración, siendo este un sujeto para quien todo cuanto hace va ligado, de un modo u otro, a un sentido. Tanto es así, que a actuar sin sentido lo llamamos estupidez.
Según esto, dicha sentencia se me antoja más una trampa propia de los límites de la mente, que no un argumento a ser tomado en serio.
La inteligencia forma parte de la verdad. El problema al que se enfrenta el ser humano es que carece de la suficiente como para llegar a la fuente y eso hace que cuando trata de traspasar sus límites, caiga en la susodicha estupidez.
Llegamos así al inefable mundo del pollo, para quien la realidad se reduce a lo que hay dentro del huevo. Tras examinar la cáscara centímetro a centímetro, llega a la conclusión de que ese no es el límite de su conocimiento, sino del conocimiento en sí y de todo cuanto existe.
La inteligencia parece conllevar el mal de la omnipotencia. Si eso es reminiscencia de nuestro origen, poco podemos hacer para evitarla, pero sí podemos prevenirnos contra la arrogancia que parece ocasionar en nosotros, que además de fea, es potencialmente peligrosa.
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Veamos la sentencia: “la verdad no existe, ya que nada puede ser tomado como verdad”. De entrada, debe señalarse la contradicción que encierra la propia proposición, ya que si nada es verdad, esta sentencia tampoco puede serlo. El cisma lógico no presenta ningún reto ya que a mi entender, no es sino señal de falsa premisa.
Aceptemos el reto de verificar la cuestión desde un punto de vista estrictamente humano.
Esta sentencia pretende arruinar que exista un sentido para la vida. En mala hora se ha escogido al ser humano para tal demostración, siendo este un sujeto para quien todo cuanto hace va ligado, de un modo u otro, a un sentido. Tanto es así, que a actuar sin sentido lo llamamos estupidez.
Según esto, dicha sentencia se me antoja más una trampa propia de los límites de la mente, que no un argumento a ser tomado en serio.
La inteligencia forma parte de la verdad. El problema al que se enfrenta el ser humano es que carece de la suficiente como para llegar a la fuente y eso hace que cuando trata de traspasar sus límites, caiga en la susodicha estupidez.
Llegamos así al inefable mundo del pollo, para quien la realidad se reduce a lo que hay dentro del huevo. Tras examinar la cáscara centímetro a centímetro, llega a la conclusión de que ese no es el límite de su conocimiento, sino del conocimiento en sí y de todo cuanto existe.
La inteligencia parece conllevar el mal de la omnipotencia. Si eso es reminiscencia de nuestro origen, poco podemos hacer para evitarla, pero sí podemos prevenirnos contra la arrogancia que parece ocasionar en nosotros, que además de fea, es potencialmente peligrosa.
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