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Poema de una picadura
Dom Jun 14, 2020 4:35 pm
"¡Escuchen; damas y caballeros! Aquí está mi amigo don Pedro.
Les relatará, flotando sobre ese techo, cómo fue atacado por un aguijón de insecto.
Disculpen que esté amarrado como globo al puesto, no queremos que vuele lejos.
¡Sí, sé que les sorprende, yo tampoco lo entiendo! Pero escúchenlo al sujeto."
Y así narraba, avergonzado, el pobre Pedro que levitaba entre humo:
"¡Oh, si conocieran la magia, no se meterían ni con el insecto más minúsculo!
Porque no fue el gas de alguna bebida agria; tampoco un espectro de otro mundo,
¡sino que fue un billywig de Australia, rondando por mi abrumador cielo nocturno!"
Continuó describiendo a su atacante, el hombre levitando en su sitio:
"... Ojos grisáceos como la roca humeante, piel recubierta por intenso azul zafiro.
Es una bestia con alas sobre la cabeza, mide poco más de un centímetro.
Cuídense de estos mortales a diestra y siniestra, porque sólo necesitan de un pinchazo mínimo..."
Despidiéndose habló el abejero, mientras se desamarraba la soga del pie izquierdo:
"No los provoquen si no quieren este inevitable final,
pues no contra uno, sino que lidié con todo un centenar .
El aguijón que ha picado a esta piedra que soy yo, cual aguja en algodón,
no sólo me ha dado alas en el regalo de la levitación, sino que también entiendo por vez primera:
que el mayor vuelo se emprende a través de la imaginación, impulsada por la magia del corazón".
Dedicado a los "discursos de bordes deshilachados" de un autor muy inspirador.
Y que extraño tanto.
Les relatará, flotando sobre ese techo, cómo fue atacado por un aguijón de insecto.
Disculpen que esté amarrado como globo al puesto, no queremos que vuele lejos.
¡Sí, sé que les sorprende, yo tampoco lo entiendo! Pero escúchenlo al sujeto."
Y así narraba, avergonzado, el pobre Pedro que levitaba entre humo:
"¡Oh, si conocieran la magia, no se meterían ni con el insecto más minúsculo!
Porque no fue el gas de alguna bebida agria; tampoco un espectro de otro mundo,
¡sino que fue un billywig de Australia, rondando por mi abrumador cielo nocturno!"
Continuó describiendo a su atacante, el hombre levitando en su sitio:
"... Ojos grisáceos como la roca humeante, piel recubierta por intenso azul zafiro.
Es una bestia con alas sobre la cabeza, mide poco más de un centímetro.
Cuídense de estos mortales a diestra y siniestra, porque sólo necesitan de un pinchazo mínimo..."
Despidiéndose habló el abejero, mientras se desamarraba la soga del pie izquierdo:
"No los provoquen si no quieren este inevitable final,
pues no contra uno, sino que lidié con todo un centenar .
El aguijón que ha picado a esta piedra que soy yo, cual aguja en algodón,
no sólo me ha dado alas en el regalo de la levitación, sino que también entiendo por vez primera:
que el mayor vuelo se emprende a través de la imaginación, impulsada por la magia del corazón".
Dedicado a los "discursos de bordes deshilachados" de un autor muy inspirador.
Y que extraño tanto.
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