Conquista anatómica

La casilla y la mácula de la luz,
cuando vuelve la cara a sus ojos,
contorsionismo del sueño y la lengua,
reinado de las díscolas sombras,
con súbditos de piel vacía y vacunas para la bilis.

Afaisadas y lúgubres cartas,
papel de papel,
cuando la interpretación supera al poema.

Pinturas y ábsides hermanados por la brocha,
osarios y otoños para barrer el peso de la canícula.
Caníbales y carmín, parches en los labios,
olvidos repentinos después, casi después, del tiempo.

Moradas y salmos, oraciones y bandurrias por la cigarra herida, o por la ropa al sol.
Velas que atrapan instantáneas, el fuego, y lo frotan de nuevo.

Seguridad que amaina con una tormenta de ideas.
El museo, la historia del teatro.
El cielo, un sinfín de sacrificios.
La existencia, una señal de oscuridad en el pensamiento.
Un laberinto, abrir una puerta, una mirada, una ventana, una ilusión.
El acabose, una versión sin continuidad, asesinando a sangre, fría, al crono.
La búsqueda, una excusa para no tener que soportar males mayores.
La verdad, comúnmente, es decirse: Éste no soy yo.
Por algo se empieza...

Un gran inicio de poema. La primera estrofa es soberbia. Dibujas una panoplia de sugerentes metáforas. Poesía de la buena.

Saludos y enhorabuena, Ricardo.