Sin título

XXIV


Pues que de cualquier forma hemos de morir,
seamos desmesurados,
locos ardientes sucumbiendo tercamente
ante la tentación.

Cantemos y riamos desaforados, al fin sin texto
ni aplauso, sin vino ni desgracia,
sin piedra ni campana: nada
que pueda excusar nuestra estulticia:
solo la luz y el viento del mar en verano.

Riamos hasta el dolor, amemos hasta el delirio,
suframos hasta el placer
y que el exceso haga de la muerte
un simple accidente de la vida.

Totalmente de acuerdo.

El carpe diem en su máxima expresión, casi hasta lo pantagruélico, casi hasta Heliogábalo. O como dijo Oscar Wilde: "La única manera de librarse de la tentación es sucumbir a ella".

¿Es la muerte un accidente en la vida o la vida un accidente en la muerte? Construyes esa última estrofa a partir de contradicciones y dicotomías.

Queda claro tu credo: vivir para contarlo.

Saludos, Pablo.