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Poema de un día común de la musa Clío
Miér Jun 10, 2020 5:12 pm
Hoy les traigo un mito muy alegre,
así que acomódense con un café caliente,
porque tendrán que estar despiertos para el deleite.
¡No quiero ninguna bella durmiente presente!
Y un día cantaba así, la musa de largo cabello:
"No necesito que sus ojos estén abiertos;
sino los oídos al tanto de mi enérgico y prudente canto.
Quiero que den un paso adelante los guerreros,
de esta multitud aquí reunida a la orilla del lago".
Y cuando contó siete jóvenes valerosos,
ciñó la armadura a su cintura de delicado torso,
para elevar así el tono de su voz cual rugido de oso:
"¡Enhorabuena, ocho seres partiremos allá a vencer!
El dragón cada día sacrifica a más víctimas,
y sus familias, la desgracia ya no deberán perecer a su merced".
Entonces Clío acompañó a los héroes, que librarían al pueblo:
"¡Oh, guerreros, denme su atención un momento!
Estamos cerca de la guarida del despiadado,
si no quieren más tragedias, escúchenme con cuidado."
A lo lejos se oía la furia del individuo,
ése que esperaba a sus siete asesinos como a bocadillos.
Entonces Clío, al ver que ninguno retrocedía, ordenó al equipo:
"¡Avancen más allá, siguiendo el camino de piedra negra!
Lo hallarán devorando a su última presa, en la cueva;
¡apuñálenlo todos ustedes, y el más fuerte córtele la cabeza!"
Efectivamente, esa tarde murió asesinada la gula del dragón dorado;
cuando el hombre más fuerte del pelotón su cabeza desprendió,
corrieron de vuelta al lago, donde la musa los había convocado.
Ella los vio llegar exhaustos de tan difícil empresa,
e hizo resonar desde las montañas las trompetas,
recibiendo a los héroes en la costa donde partieron,
para celebrar esa noche con todo su pueblo.
Y anotó el nombre de cada uno en su libro de cuero;
luego juntó las tapas de su escrito, para sellarlo a fuego.
La musa nombró a su epopeya, bautizándola como el arquero;
pues fue Apolo ni más ni menos, quien transfigurado decapitó al glotón alado,
¡de nuevo cumplía otra venganza, su amante de antaño!
Dedicado a ellas (las musas pacientes).
así que acomódense con un café caliente,
porque tendrán que estar despiertos para el deleite.
¡No quiero ninguna bella durmiente presente!
Y un día cantaba así, la musa de largo cabello:
"No necesito que sus ojos estén abiertos;
sino los oídos al tanto de mi enérgico y prudente canto.
Quiero que den un paso adelante los guerreros,
de esta multitud aquí reunida a la orilla del lago".
Y cuando contó siete jóvenes valerosos,
ciñó la armadura a su cintura de delicado torso,
para elevar así el tono de su voz cual rugido de oso:
"¡Enhorabuena, ocho seres partiremos allá a vencer!
El dragón cada día sacrifica a más víctimas,
y sus familias, la desgracia ya no deberán perecer a su merced".
Entonces Clío acompañó a los héroes, que librarían al pueblo:
"¡Oh, guerreros, denme su atención un momento!
Estamos cerca de la guarida del despiadado,
si no quieren más tragedias, escúchenme con cuidado."
A lo lejos se oía la furia del individuo,
ése que esperaba a sus siete asesinos como a bocadillos.
Entonces Clío, al ver que ninguno retrocedía, ordenó al equipo:
"¡Avancen más allá, siguiendo el camino de piedra negra!
Lo hallarán devorando a su última presa, en la cueva;
¡apuñálenlo todos ustedes, y el más fuerte córtele la cabeza!"
Efectivamente, esa tarde murió asesinada la gula del dragón dorado;
cuando el hombre más fuerte del pelotón su cabeza desprendió,
corrieron de vuelta al lago, donde la musa los había convocado.
Ella los vio llegar exhaustos de tan difícil empresa,
e hizo resonar desde las montañas las trompetas,
recibiendo a los héroes en la costa donde partieron,
para celebrar esa noche con todo su pueblo.
Y anotó el nombre de cada uno en su libro de cuero;
luego juntó las tapas de su escrito, para sellarlo a fuego.
La musa nombró a su epopeya, bautizándola como el arquero;
pues fue Apolo ni más ni menos, quien transfigurado decapitó al glotón alado,
¡de nuevo cumplía otra venganza, su amante de antaño!
Dedicado a ellas (las musas pacientes).
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