Contar estrellas fugaces.

Toda mi sed tenía ya cabida en sus labios,
toda, cuando la luz suspendía su discurso
en las esquinas desnudas de su cuerpo,
como un instante de luz irrepetible,
mis ojos me devolvían al contemplarlo
la frugal memoria de mis sueños,
esa verdad que otorga tan sólo la inocencia.
Toda yo tenía cabida en sus ojos,
toda yo, en sus hermosas azules celosías,
donde la calma era el camino,
en donde yo sabía cómo hacer gemir la noche.
Mi sed se hacía –entonces- vuelo de pájaro
que con mis alas, rozara apenas,
silenciosa, la eternidad entera de su alma.
Sus manos - frágiles en la ternura-
agitaban cálidas todos mis desiertos,
hasta formar océanos de fuego
entre mi piel y mi delirio.
Ahora, la luz me recuerda a él,
ni ella misma puede explicar su ausencia,
y me pongo a contar gotas de lluvia,
como aquel que cuenta ya sus lágrimas
o aquel otro que contase las estrellas más fugaces.

Es un poema muy tierno, muy sentido. Más que pasión, aquí hay amor, un amor alquitarado que canta como un manantial de aguas canoras. Me ha gustado mucho cómo has descrito la luz, y esos ojos como celosías, una palabra por la que siento especial inclinación. La imagen de esas alas rozando el agua es de una enorme delicadeza, y el hecho de contar estrellas es de una ternura casi infantil.

Un abrazo, María.

Óscar Bartolomé Poy escribió:Es un poema muy tierno, muy sentido. Más que pasión, aquí hay amor, un amor alquitarado que canta como un manantial de aguas canoras. Me ha gustado mucho cómo has descrito la luz, y esos ojos como celosías, una palabra por la que siento especial inclinación. La imagen de esas alas rozando el agua es de una enorme delicadeza, y el hecho de contar estrellas es de una ternura casi infantil.

Un abrazo, María.

Me alegra si te gustó el poema, pues sí ahí había amor...sólo se puede escribir así cuando lo hay.

Abrazo grande.

_María

Bello y dulce tu poema María, me gustó leerte y te saludo con afecto poetisa.

Dalmar escribió:Bello y dulce tu poema María, me gustó leerte y te saludo con afecto poetisa.

Muchas gracias, Dalmar, me alegra si te gustó el poema, gracias por tu amable comentario y tu tiempo de lectura.

Un abrazo.

_María

María López escribió:Toda mi sed tenía ya cabida  en sus labios,
toda, cuando la luz suspendía su discurso
en las esquinas  desnudas de su cuerpo,
como un instante de luz irrepetible,
mis ojos me devolvían al contemplarlo
la frugal memoria de mis sueños,
esa  verdad que otorga tan sólo la inocencia.
Toda yo tenía  cabida en sus ojos,
toda yo, en sus  hermosas azules celosías,
donde la calma era el camino,
en donde  yo sabía  cómo hacer gemir la noche.
Mi sed se hacía –entonces- vuelo de pájaro
que con mis alas, rozara apenas,
silenciosa, la eternidad entera de su alma.
Sus manos - frágiles en la ternura-
agitaban cálidas todos mis desiertos,
hasta formar océanos de fuego
entre mi piel y  mi delirio.
Ahora, la luz me recuerda a él,
ni ella misma puede explicar su ausencia,
y me pongo a contar  gotas de lluvia,
como aquel que cuenta ya sus lágrimas
o aquel otro que contase las estrellas más fugaces.

En este poema me ha sucedido que no puedo destacar ningún verso sobre otro, cada uno tiene una ternura especial, inocente, casi mágica. Me sugiere el primer amor, con el que se espera todo, donde no existe forma de creer que algo puede fallar, esa inexperiencia que hace pensar que es todo posible, que no puede acabar. Lo he disfrutado en sumo grado.

Amar de esa forma, para escribir así, qué te digo, que me deja sin palabras.

Un gran abrazo.

Marisol Galarza escribió:

María López escribió:Toda mi sed tenía ya cabida  en sus labios,
toda, cuando la luz suspendía su discurso
en las esquinas  desnudas de su cuerpo,
como un instante de luz irrepetible,
mis ojos me devolvían al contemplarlo
la frugal memoria de mis sueños,
esa  verdad que otorga tan sólo la inocencia.
Toda yo tenía  cabida en sus ojos,
toda yo, en sus  hermosas azules celosías,
donde la calma era el camino,
en donde  yo sabía  cómo hacer gemir la noche.
Mi sed se hacía –entonces- vuelo de pájaro
que con mis alas, rozara apenas,
silenciosa, la eternidad entera de su alma.
Sus manos - frágiles en la ternura-
agitaban cálidas todos mis desiertos,
hasta formar océanos de fuego
entre mi piel y  mi delirio.
Ahora, la luz me recuerda a él,
ni ella misma puede explicar su ausencia,
y me pongo a contar  gotas de lluvia,
como aquel que cuenta ya sus lágrimas
o aquel otro que contase las estrellas más fugaces.

En este poema me ha sucedido que no puedo destacar ningún verso sobre otro, cada uno tiene una ternura especial, inocente, casi mágica. Me sugiere el primer amor, con el que se espera todo, donde no existe forma de creer que algo puede fallar, esa inexperiencia que hace pensar que es todo posible, que no puede acabar. Lo he disfrutado en sumo grado.

Amar de esa forma, para escribir así, qué te digo, que me deja sin palabras.

Un gran abrazo.

Qué podría decirte de este poema, no hace referencia al primer amor, aunque podría pensarse así, aquí estoy haciendo referencia a un amor consumado y profundo y malogrado por una muerte, es difícil hacerse a la idea de que pueda acabar, aún después de la muerte, cuesta de entender, el cerebro no puede procesar ese final porque el corazón sigue sintiendo...en esta idea del amor que no se acaba la sublimación por una muerte es casi lógica.

Un abrazo grande.

_María