Infinito

Me asomé al infinito y me asusté
de las voces que oí,
y la huellas que me precedían.
La espiral blanca engullía
los cuerpos sucios y magullados.
Lejos, inalcanzables,
los lamentos de las gargantas
abiertas. Despropósito de intenciones
ornamentales, amontonadas en
salones pulidos y reflectantes.
El Maestro de Ceremonias ordenaba
el paso desconsolado
y lento. Bramidos en el oído,
demasiado sensible al
perceptible Hecho.

Imágenes muy sugerentes para una atmósfera inquietante. Me han gustado también los encabalgamientos.

Saludos, Alberto.