- Ricardo López CastroGenerador de debatePremio a la participación activa en el foroMirmidónVeterano del foroPopularidadGalardón al poeta cuyos temas gustan a la comunidad
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En mí, in vitro
Jue Dic 16, 2021 7:35 am
La piedra se consume,
también la vanidad, si llega a la miseria,
como las flores blancas en otoño,
se derrite la aurora,
quizá sean visiones, o solo dos espejos,
el uno frente al otro, malheridos,
los arroyos de luz bajan por las colinas,
armadura de árboles, resquicios sin color,
cuando el negro recuerda, y el gris cubre la atmósfera.
Hay pinceladas huecas bañadas en la suma gravedad
del viento.
Hay muchos sentimientos que no pueden sentirse,
pertenecen al polvo,
como la piel al alma.
Hay momentos que ilustran hologramas,
puedes hablar con ellos y tocarlos,
como hace la música que acarrea recuerdos,
con el pecho repleto de caricias.
Vienen de alguna siembra,
quizá del regocijo de una fuente.
Cuando ellas te tocan escuchas los idiomas primigenios
de la mente,
su estado natural,
el estallido lúgubre de la melancolía.
Recuperas esencias difusas, como orquestas,
acordes de belleza entre nostalgia,
partituras que surcan la memoria,
o tan inamovibles como el cielo.
He creado este fuego…
Para que el agua lo mitigue.
He entrado en mi materia,
para ahuyentar el ruido de los astros.
Los relámpagos sueñan con pisar tierra firme,
y los escalofríos lo hacen con mesura.
Brotan las primaveras de una semilla muerta,
los frutos, de alaridos.
Y no sé a quién contarle lo que llevo
en mis letras…
Mis cicatrices nunca nos unieron
porque están mal cosidas.
Sin embargo, la sangre del delirio
me cabe en una uña…
Ubicada una vida más atrás…
Es por eso que amo y desconfío de mis connotaciones…
Mi etiqueta de…
Tiempo…
Y lo que la mirada me resiste…
Dentro de las manos…
Yo acaparo la gloria de buscarme.
también la vanidad, si llega a la miseria,
como las flores blancas en otoño,
se derrite la aurora,
quizá sean visiones, o solo dos espejos,
el uno frente al otro, malheridos,
los arroyos de luz bajan por las colinas,
armadura de árboles, resquicios sin color,
cuando el negro recuerda, y el gris cubre la atmósfera.
Hay pinceladas huecas bañadas en la suma gravedad
del viento.
Hay muchos sentimientos que no pueden sentirse,
pertenecen al polvo,
como la piel al alma.
Hay momentos que ilustran hologramas,
puedes hablar con ellos y tocarlos,
como hace la música que acarrea recuerdos,
con el pecho repleto de caricias.
Vienen de alguna siembra,
quizá del regocijo de una fuente.
Cuando ellas te tocan escuchas los idiomas primigenios
de la mente,
su estado natural,
el estallido lúgubre de la melancolía.
Recuperas esencias difusas, como orquestas,
acordes de belleza entre nostalgia,
partituras que surcan la memoria,
o tan inamovibles como el cielo.
He creado este fuego…
Para que el agua lo mitigue.
He entrado en mi materia,
para ahuyentar el ruido de los astros.
Los relámpagos sueñan con pisar tierra firme,
y los escalofríos lo hacen con mesura.
Brotan las primaveras de una semilla muerta,
los frutos, de alaridos.
Y no sé a quién contarle lo que llevo
en mis letras…
Mis cicatrices nunca nos unieron
porque están mal cosidas.
Sin embargo, la sangre del delirio
me cabe en una uña…
Ubicada una vida más atrás…
Es por eso que amo y desconfío de mis connotaciones…
Mi etiqueta de…
Tiempo…
Y lo que la mirada me resiste…
Dentro de las manos…
Yo acaparo la gloria de buscarme.
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