El amor al verso

Verso, que es amante sin respuesta de amor.
La pregunta del arte es una vacía pizarra
que agota al tenue respiro deshojado
de mi triste cuerpo. Y ya que el mediodía
me llora con sus flechas teñidas de sueño,
y ya que la angustia pellizca el ahogado acantilado
que danza arrastrando crepúsculos, silencios
y lejanas muchachas, diré que soy
amor sin amante, imitación de existencia,
verso; diré que la brisa me enferma con sus
cantos de viejo cristal, espejos de memoria.»

Mi lengua, hermana de la herida,
muere por el amor al verso. Mis ojos
se encogen embriagados
por el fracaso del laurel
que hiede desde el sangrado busto.

Surca el mediodía su arrullo de invierno,
y dormir no es ser poesía.
Y oh del dolor último,
capote de ocaso,
que siempre
es incomprendido,
que siempre arde
dando a luz al frío
y la eternidad del arte
y su nunca amante.

Nada por el aliento,
nada por el joven recoveco
que hierve en tinta.
Y el bullicio de los árboles,
el fraternal cáliz del verso,
se vierte fétido, descolorido,
con su carta de acorbadado horizonte
sin beso ni respuesta.

Oh de mí ingenuo,
con mis heridas y mis llantos,
tendiéndome sobre la muerte del verso
aclamándome bálsamo de su árida mano.

Somos dos consuelos sin amor.
Bate la puerta, rompe en madres con besos,
en padres con papiro de tres griegos,
y yo, verso, me ahogo en mi silencio
sin ser amado ni siendo amante.