Tal queja y noche de los espigones tristes

El amante que muere,
que poeta muere,
que muere muere,
en el sudario del fracaso
dos amores pisados retrata
en briznas de dolor y frío.

El vacío que deambula,
que cabizbajo deambula,
entre la sombra del triste estoque
de los nubarrones y los chirridos del mar;
que vive vive,
en la ventana las manos reclina
permitiendo a la roca herir con su gris graznar
y al recuerdo llorar con su girasol de asfalto.

En el jadeante páramo
remoto mueren
mueren mueren,
oleajes de saxofones,
de trompetas y viejas guitarras.
Nacen lejanos soles de albufera y caña
macabros desgrándose en la herida como aurora
de la noche y su azul campana.
«¡Misericordia por futuros besos!»,
tal queja y noche de los espigones tristes.

El llanto cose en la ventana
con una azul telaraña
el vaho llovido y besado
de lo que fue un páramo prendido.

Recuerda, afilado tiempo,
atienda también su hojarasca sumamente llorosa,
que fui yo pasión sevillana,
hijo del jazmín y poseso de río;
y era y soy poniente girasol

No me ha convencido el poema. Lo encuentro mucho menos inspirado que el anterior que te leí, que me pareció sobresaliente.

Creo que la tautología hay que usarla con gran precisión para no entorpecer el ritmo.

No siempre se puede estar igual de lúcido, pero hay que seguir intentándolo.

Saludos, Lucio.

¡Gracias por responder! Efectivamente, a mí tampoco me acaba de convencer del todo la organización del poema y la manera mediante la cual expreso el contenido. Le falta consistencia, sí.
Hay que continuar trabajando, sin embargo.
¡Nos vemos entre poemas!