Las avenidas

Las bocacalles tienen predilección por las avenidas
y ocasiones se agolpan
en los siglos que arrugaron
sus fachadas.

Las baldosas
fiscalizan los pasos que
caminan ligeros,
los que suben escaleras
con un ruido
de vagones subterráneos,
los que se van sin despedirse
y también los que
se quedan
detenidos,
como el tiempo embotellado
en el asfalto.

Los chaparrones
forman de repente
humedales momentáneos
y de la playa más cercana
traen arena para las cornisas.
Los obreros municipales
dirigen la orquesta
que descansa en el almuerzo
y los oficinistas reclaman
un remanso de hormigón
en el banco de una plaza.

En la cafetería de siempre
espera una charla
con las manos traspiradas,
el sol anaranjado de una tarde
y el silencio que rompen
las bocinas.

Y casi en el final de la avenida
donde la brújula perdió
los horizontes,
se escucha
un suspiro involuntario.
De un olmo
abandonado por la sombra
que prefirió vivir
entre los márgenes
de la noche.

Me gusta cómo describes la cotidianidad, como un Antonio López que retratara la Gran Vía de Madrid con pinceladas lentas y armónicas.

Saludos, Roberto.

Muchas gracias Óscar por tu comentario y por tu lectura te mando un fuerte abrazo

Roberto, muy buen poema con un final que se posa en la melancolía. He disfrutado leyéndote.

Un saludo.

Muchas gracias Hotaru, por tu lectura y tus palabras , un beso grande y feliz fin de semana