Vislumbres-.

Viejas reminiscencias
de mis antiquísimos viajes
en tren. La línea que cubría el trayecto,
infernal y dubitativo, se atestaba
de falsos techos abovedados a modo
de precaria estación y refugio elemental
para pasajeros enfriados por el resplandor
gélido de la noche, que procuraban calidez
encendiendo una miserable fogata sobre
las espigas resecas y agostadas de finales
de septiembre o principios de octubre.
Nunca observé en ninguno de ellos,
otra tentación de ser o parecer miserables,
más que la propia de estar indefensos e inermes
ante la opresión que implicaba sentirse fuera
de lugar en el mundo. Eran vagabundos insolentes,
estandartes de esa picaresca tan gloriosa
que inundaba por aquel entonces, la calle
religiosamente protegida por los aullidos y alaridos
festivos de chiquillos y holgazanes.
Mi mundo pasaba y yo con él, ciertamente.
Dentro de ese vagón cerrado de tren,
con los ojos abiertos siempre al mismo paisaje,
no fui capaz de entrever la fugacidad íntima
de las cosas y de los seres que me acompañaban.
No recuerdo demasiados detalles, acaso porque
la mayoría de mis recuerdos proceden de un tiempo
febrilmente inestable, dichosamente inconsciente,
del que no percibía más que su gratificante frescura.
Aunque sí recuerdo, como si de un estilete se tratase,
la apertura a ese mundo de sentidos dormidos y caras
sonrientes, de hechuras fabulosas y parques venerables,
de infames deseos, y de su enormidad absorbente.
Mi trato con las personas se reducía a varias gesticulaciones
y miradas insinuantes, que intentaban provocar
y enardecer en ellas, el mismo deseo e insatisfacción,
para siempre desechados.©

Este poema es muy distinto a todos los demás, más discursivo, menos metafórico. Eso sí, no deja de ser intimista. Los viajes en tren dan pábulo a toda suerte de cavilaciones. Es un motivo que también aparece en mis versos, e incluso en mis relatos. El tren es un medio de transporte, pero sobre todo es un punto de encuentros y despedidas, de horizontes que se cierran y horizontes que se abren.

Saludos.

Hola Óscar: sí, a mí los trenes y su recorrido, siempre me dieron cavilaciones y meditaciones bastante impropias, por decirlo así. Es un sub mundo dentro del universo cotidiano habitual de oficinas, sedes, bancos y cafeterías de lujo. Un saludo, Óscar, y gracias por comentar!