Mi bailarina

El viento sinuoso del poniente
se posó suave como una mariposa
en el vértice de una página:
la más melancólica y violácea
de mi cuaderno de bitácora.

Lloró conmigo mientras
me consolaba en ese despedir
y ser despedida, en ese
extravío repentino de
mi cajita de música.
Y con ella, la pérdida del crisol
más bello de mi bailarina.

Fue entonces, cuando
el jilguero del aire
en simbiosis con esa espina
clavada en la luna de los imposibles
insufló para mí ráfagas de búsqueda.

En cada estría de otoño recitada,
en todos los lamentos huecos
de los besos vagabundos,
allí encontraría a mi bailarina.
Y mi deber era salvarla.

En una fuente de suspiros vencidos,
entre la hiedra olvidada y reseca
de tanto romanticismo,
mis pasos sensibles la encontraron.

¡Mi pobre alma amada,
cuánta desolación en tus ojos de agua !

Perdona mi ofensa
por perderte en mi muerte de arcoíris
lúgubres,
por dejarte aislada
en renglones roncos y opacos
de latir deshojado.

Ven a mis brazos,
no me sueltes.

Ven a esta soledad, por ti,
tan acompañada.

Carmela

Todos los derechos reservados

Destacaría los siguientes versos:

"en todos los lamentos huecos
de los besos vagabundos,"

"en renglones roncos y opacos
de latir deshojado."

Que tal vez sean los más mohínos de todo el poema.

Si me permites la sugerencia, yo cambiaría la puntuación de esta estrofa:

"Fue entonces cuando
el jilguero del aire,
en simbiosis con esa espina
clavada en la luna de los imposibles,
insufló para mí ráfagas de búsqueda."

Por cierto, que la expresión "luna de los imposibles" también es fetén.

Saludos, Carmela.

Muchas gracias por esa ilustración a mi bailarina, Óscar! Es preciosa. Y por tus palabras al poema que, ciertamente, tiene una coma que ahora corrijo.
Es un regalo que destaques como lector aquellos versos que más te llegaron. Lo valoro mucho.
Un abrazo.