JUVENTUD DE PRIMAVERA.

¡Oh, juventud!, hermosa y pasajera.
Efímero tesoro de la vida;
fugas, como la flor de primavera,
breve, como una lámpara encendida.
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Son tus años alegres y risueños,
jubilosos en cada amanecer;
sin angustias que turben nuestros sueños,
y el júbilo nos pueda entorpecer.
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Son tus días de luz encantadora;
el céfiro que arrulla los rosales;
salud primaveral y bienhechora;
un ángel protector contra los males.
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No hay angustias que turben nuestra mente;
ignoramos el paso de los años
que puedan malograr nuestro presente
y llenarnos de crueles desengaños.
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Cuando lleguen las horas postrimeras,
y la frente de surcos se ha llenado,
escuchamos las quejas lastimeras
de aquellos que añoramos el pasado.
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Solo en sueños volvemos a las horas
felices de la efímera existencia;
ya se fueron, también, con las auroras
que llenaron de luz nuestra presencia.
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Ya no quiero mirarme en el espejo,
me atormenta la ingrata senectud;
mas no puedo ignorar que ya estoy viejo;
que se ha ido mi noble juventud.
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El pasado se fue con la armonía,
llevándose la gloria y el fracaso;
los que un día reímos de alegría,
hoy lloramos al frente del ocaso.
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La nieve de los años, con tristeza,
nos cambia, por igual, nuestra semblanza
y de blanco nos cubre la cabeza,
cual páramo en remota lontananza.