Grandes cuerpos románticos.

Veo las uñas del dolor.
Carcomiéndose las unas a las
otras, en un invariable sistema
de biografías pálidas y muertas.
Veo esas uñas antaño fijas a una piedra.
Sujetas al ritmo tenaz de una luz en espora
o de un arado tierno y bondadoso.
Veo tantos sujetos de inacción
que me planteo variables preguntas, y
sobre los acantilados que no perciben mi angustiosa
anatomía de barco, seamos justos, de barco glacial,
espero. Las lastimosas grietas conjuntas
se evaden del esfuerzo y claman, pintorescas y atribuibles,
con silencios de las atmósferas nunca o siempre dañinas.
Escarban en mi hálito de tormenta, un escueto signo
de maldad. Las aves grandiosas ocupan su pérfido cielo.
Yo ausculto la soledad como si de un enorme y profuso
esquife se tratase. Mis vientos románticos, y esas grandes
catedrales que impulsan las naves hacia el vacío, duermen
su paradigma de sátiro. Y en las ventanas, y en el sonido lacio
de un pelo contra su deriva, comulgan tanto naves como fuegos
ajenos. 21/06/16©

Muy buenas metáforas. Me han gustado, en especial, los últimos versos. El numen te acompaña estos días.

Un abrazo.

Hola y gracias Óscar por tu opinión favorable en este caso y en otros. Yo soy un simple aficionado a esto de la literatura y me gusta decirme que suelo acertar en muy pocos momentos. Son cosas de la humildad y de la credibilidad personal. Gracias y saludos!