La causa de todo

No sé si todo empezó contigo
o si tú fuiste la causa de todo,
pero antes de ti no había nada –(d)año cero–.
Tal vez por eso te llamé mi pequeño universo.
Tú diste significado a mis metáforas
con tu erótica polisemia
de faros, acantilados y mareas.
Fuiste tú el verde musgo de mis ojos
y la rodilla temblorosa de mi helecho–sin(an)estesia–.
Nunca hubo, me dijiste, amador más perfecto,
y yo me lo creí, siendo el aborigen de tu danza.
Así llegué a besar la orilla púrpura de tu estrella gemela,
y el ruido de la vida se volvió un oro de líquido silencio,
como cuando todos los presentes creen haber presenciado
un hecho insólito e irrepetible y sólo pueden callar
y mirarse asombrados los unos a los otros,
haciéndose mudos partícipes del acontecimiento
–el 10 de Comaneci–.

Y el amor, que se empotra
en mi locura
como en un perfecto alunizaje,
¿no podrá debelar los bastidores
tumefactos de este rayo estéril?

Y estas manos mías,
que profanan el velo núbil de tus ojos
con su fino tacto de lluvia,
serán tu casa austera
y el vergel donde se ocultan las mandrágoras.

Y fue entonces, extrañamente,
cuando comprendí que ya te habías ido,
que nunca jamás volverías,
cuando comencé a sentirme bien.

Si todo lo que amo muere,
mi amor murió contigo.

Muy triste poema elegíaco, de una belleza intensa y mineral, como un perfume remoto o una cascada de terciopelo, hermoso. Un saludo, Óscar, y gracias por compartirlo-.

Bienve. escribió:Muy triste poema elegíaco, de una belleza intensa y mineral, como un perfume remoto o una cascada de terciopelo, hermoso. Un saludo, Óscar, y gracias por compartirlo-.

Me ha gustado eso de "belleza mineral". Gracias por tu generoso comentario, Bienve.

Un abrazo.

Es hermoso constatar que el amor en su más plena extensión todavía se produce, y eso, resulta atractivo, por tanto, mi comentario anterior es justo y preciso respecto a tu poema. Saludos Óscar-.

Óscar Bartolomé Poy escribió:No sé si todo empezó contigo
o si tú fuiste la causa de todo,
pero antes de ti no había nada –(d)año cero–.
Tal vez por eso te llamé mi pequeño universo.
Tú diste significado a mis metáforas
con tu erótica polisemia
de faros, acantilados y mareas.
Fuiste tú el verde musgo de mis ojos
y la rodilla temblorosa de mi helecho–sin(an)estesia–.
Nunca hubo, me dijiste, amador más perfecto,
y yo me lo creí, siendo el aborigen de tu danza.
Así llegué a besar la orilla púrpura de tu estrella gemela,
y el ruido de la vida se volvió un oro de líquido silencio,
como cuando todos los presentes creen haber presenciado
un hecho insólito e irrepetible y sólo pueden callar
y mirarse asombrados los unos a los otros,
haciéndose mudos partícipes del acontecimiento
–el 10 de Comaneci–.

Y el amor, que se empotra
en mi locura
como en un perfecto alunizaje,
¿no podrá debelar los bastidores
tumefactos de este rayo estéril?

Y estas manos mías,
que profanan el velo núbil de tus ojos
con su fino tacto de lluvia,
serán tu casa austera
y el vergel donde se ocultan las mandrágoras.

Y fue entonces, extrañamente,
cuando comprendí que ya te habías ido,
que nunca jamás volverías,
cuando comencé a sentirme bien.

Si todo lo que amo muere,
mi amor murió contigo.

Me gusta mucho la dulzura de tu melancolía, cómo logras convertir el dolor astringente de la herida en versos delicados. Las figuras retóricas que aprendí a amar de tu poesía y las referencias están por doquier.

Un abrazo enorme.

No es un poema redondo, de ésos que, al acabar de escribirlos y releerlos, te dejan la sensación de haber creado algo virtuoso, una obra casi sin fisuras -eso ocurre muy rara vez-, pero tiene destellos, relampagueos de auténtico lirismo, y eso también tiene su valor, pues muy pocas veces podemos aspirar a más.

Un fuerte abrazo, Marisol. Espero que compartas con nosotros algunas de tus últimas creaciones.