- Martín
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HEART OF GOLD
Mar Mar 19, 2024 4:08 pm
Llegué de visita a Chile en febrero, meses después de haberme ido. Antes de partir yo tenía una compañera del colegio con la que me había peleado. Lina, se
llamaba. En el verano retomé algo de contacto con ella desde la costa argentina. Ahora, a pocos días de haber llegado a Chile, me escribió pidiéndome hablar por teléfono. Gran pánico: yo era tartamudo, y lo que más me aterrorizaba era quedarme en blanco frente a una chica. Pero no había opción. Había que jugársela.
Los detalles sobre qué charlamos no importan; la cosa es que salió bien. Sin embargo surgió algo que no me esperaba, y es que agendamos una cita. Media hora antes de encontrarnos me llamó para confirmar; su voz parecía extrañamente nerviosa. Diez minutos antes, yo la esperaba sentado en un banco frente a la elegante puerta del parque donde habíamos quedado. Miraba cada minuto y cada persona que entraba. Los cientos de personas, a ver si ésta era Lina. Finalmente apareció. Una aclaración importante: teníamos quince años. Ya sabiendo esto, me intrigó abrumadoramente que me preguntara en un tono provocador si alguna vez yo había gustado de ella, y que por el otro lado al final me dijera que se aburría. Volviendo de aquel lugar, mi primera reacción fue de desánimo. Dos días más tarde saldríamos de viaje a una playa en el desierto de Atacama con mi familia, por lo que no quedaba otra que resignarme a que aquello no era una chance verdadera, y mejor ocuparme de preparar el viaje. Aunque apesumbrado, acepté. Pero, giro teatral: el día antes de partir al desierto Lina me escribe. Me dice que necesita confesarme algo: gusta de mí.
Al día siguiente partimos en auto. Llegamos de noche a nuestra cabaña, y como es natural allí, apenas había señal. Una vez por día podía conectarme a internet, y ahí chequeaba mis mensajes. Empujado por el consejo de mi padrastro le envié fotos del lugar. Durante esa semana yo estaba en un estado de éxtasis, y cada respuesta de Lina era como abrir un tesoro. Viví mis vacaciones dependiendo de la señal. Mi mayor anhelo era lograr volver a juntarnos a la vuelta del viaje, hasta que llegué a nuestra casa en Santiago, y no esperé a tomar el teléfono y decirle que ya estaba de vuelta en la ciudad. El problema: tenía nada más que un día antes de regresar a Buenos Aires. En eso, Lina me escribe nuevamente.
—¿Te acuerdas que te dije que me gustabas? —Aguardé con un nudo en la garganta al siguiente mensaje que me estaba escribiendo.
—Pasa que no era en serio. Fue una broma que hice con una amiga, para ver si me atrevía a decir eso.
Leía estupefacto. Algo no me cuadraba. No puede ser que eso haya sido nada más que un chiste, pensé. Pero no me quedó otra que asentir a sus incansables disculpas por jugar con mis sentimientos, y decirle que la perdonaba, que no importaba.
Después del dolor de haberme ido de Chile, y ya de regreso en la Argentina, Lina parecía más amiga que nunca. De hecho, ella misma me preguntó si había llegado bien. Ese mensaje me develó el misterio: aquello no podía ser una simple broma. Yo por supuesto no tenía más ningún interés por hacer una nueva vida en Argentina. Desde entonces, intercambié con ella seguidillas de audios de varios minutos cada seis días, contándonos nuestras actualidades y respondiendo a cada una de ellas. Se hacía difícil cambiar de tema. En todos esos lapsos, yo empeñaba mi energía en tratar de descifrar su intención en todo este asunto. Y en eso, empezaba mi nuevo colegio allá, pero con mi corazón en Chile. Buenos Aires me parecía todo gris; llanamente no quería otra cosa que volver. Pasaron varios meses, yo seguía en vano tratando de hacer avanzar aquella relación, pero no me animaba a dar un paso. Un día, aprendí a tocar "In my life" de los Beatles en la guitarra. Era la perfecta canción de amor; perfecta para mostrársela si quería hacer avanzar las cosas. Aunque arriesgado. Empujado por el consejo de mi padre, de atenuar mi intención diciéndole más casualmente que esa canción me había hecho acordar a ella, ya estaba prácticamente decidido a enviársela. Sin embargo, nunca la grabé y nunca se la envié.
Entretanto, me tomaba cada vez más en serio la idea de conseguir volver a Santiago. Y aquello no sería fácil. Empecé a elucubrar cada vez más argumentos para convencer a mi familia paterna de que era mejor volver a vivir en Chile. Mas no fue hasta que empezaron a aceptar mis argumentos que yo percibí lo que significaba decirles que me arrancaran del lugar donde vivía con ellos. Al mismo tiempo, mi relación con Lina agarraba cada vez más confianza, aún sin prosperar a mayores. Volver a Santiago implicaba trámites como volver a cambiar de colegio y de residencia, pero parecían estar dadas las condiciones. El momento venía y yo esperaba cada vez más ilusionado anunciarle a Lina mi regreso. Llegaba al punto de no retorno. ¿Estaba seguro de tomar tal decisión?
La reacción de Lina a mi anuncio me confirmó que no me había equivocado. En la noche del 21 de mayo aterricé.
Durante todo el tiempo pasado en la Argentina no había parado de reivindicar que era ajeno al país, y que mi origen era Chile. Harté a mi familia diciéndoles en cada ocasión que soy chileno. Cada tema de charla, incluso ajena, me servía para tomar posición. Y soñaba cotidianamente con "volver a mi país". En otros momentos pasé mi tiempo queriéndome ir de Chile a Argentina: o el pasto es siempre más verde en lo del vecino o cada lugar tenía sabor según yo tuviera una ilusión de afecto por alguien, pienso. Como dije antes, ahora había dejado mi corazón en Chile. Y cuando aterricé en Pudahuel, cada cosa que miraba a mi alrededor era felicidad. En el aeropuerto un afiche publicitando el puerto de San Antonio, las afueras vistas desde la autopista; todo significaba lo que en ese momento significaba Chile.
Volviendo a la realidad: entré al colegio y sin darme cuenta me senté al lado de Lina. La reconocí pero aguardé a la sorpresa. El resultado es que se sorprendió cuando me vio, y me saludó amablemente: pero no me prestó más atención. Los días siguientes la vi desde lejos riéndose y charlando con otros chicos, y prácticamente no hablamos. Y así continuó la historia. Terminé la secundaria y Chile me pareció un país decepcionante.
Fui un minero por un corazón de oro
Son esas expresiones que nunca doy
Que me hacen seguir buscando un corazón de oro
Y estoy envejeciendo.
Heart of gold, Neil Young
llamaba. En el verano retomé algo de contacto con ella desde la costa argentina. Ahora, a pocos días de haber llegado a Chile, me escribió pidiéndome hablar por teléfono. Gran pánico: yo era tartamudo, y lo que más me aterrorizaba era quedarme en blanco frente a una chica. Pero no había opción. Había que jugársela.
Los detalles sobre qué charlamos no importan; la cosa es que salió bien. Sin embargo surgió algo que no me esperaba, y es que agendamos una cita. Media hora antes de encontrarnos me llamó para confirmar; su voz parecía extrañamente nerviosa. Diez minutos antes, yo la esperaba sentado en un banco frente a la elegante puerta del parque donde habíamos quedado. Miraba cada minuto y cada persona que entraba. Los cientos de personas, a ver si ésta era Lina. Finalmente apareció. Una aclaración importante: teníamos quince años. Ya sabiendo esto, me intrigó abrumadoramente que me preguntara en un tono provocador si alguna vez yo había gustado de ella, y que por el otro lado al final me dijera que se aburría. Volviendo de aquel lugar, mi primera reacción fue de desánimo. Dos días más tarde saldríamos de viaje a una playa en el desierto de Atacama con mi familia, por lo que no quedaba otra que resignarme a que aquello no era una chance verdadera, y mejor ocuparme de preparar el viaje. Aunque apesumbrado, acepté. Pero, giro teatral: el día antes de partir al desierto Lina me escribe. Me dice que necesita confesarme algo: gusta de mí.
Al día siguiente partimos en auto. Llegamos de noche a nuestra cabaña, y como es natural allí, apenas había señal. Una vez por día podía conectarme a internet, y ahí chequeaba mis mensajes. Empujado por el consejo de mi padrastro le envié fotos del lugar. Durante esa semana yo estaba en un estado de éxtasis, y cada respuesta de Lina era como abrir un tesoro. Viví mis vacaciones dependiendo de la señal. Mi mayor anhelo era lograr volver a juntarnos a la vuelta del viaje, hasta que llegué a nuestra casa en Santiago, y no esperé a tomar el teléfono y decirle que ya estaba de vuelta en la ciudad. El problema: tenía nada más que un día antes de regresar a Buenos Aires. En eso, Lina me escribe nuevamente.
—¿Te acuerdas que te dije que me gustabas? —Aguardé con un nudo en la garganta al siguiente mensaje que me estaba escribiendo.
—Pasa que no era en serio. Fue una broma que hice con una amiga, para ver si me atrevía a decir eso.
Leía estupefacto. Algo no me cuadraba. No puede ser que eso haya sido nada más que un chiste, pensé. Pero no me quedó otra que asentir a sus incansables disculpas por jugar con mis sentimientos, y decirle que la perdonaba, que no importaba.
Después del dolor de haberme ido de Chile, y ya de regreso en la Argentina, Lina parecía más amiga que nunca. De hecho, ella misma me preguntó si había llegado bien. Ese mensaje me develó el misterio: aquello no podía ser una simple broma. Yo por supuesto no tenía más ningún interés por hacer una nueva vida en Argentina. Desde entonces, intercambié con ella seguidillas de audios de varios minutos cada seis días, contándonos nuestras actualidades y respondiendo a cada una de ellas. Se hacía difícil cambiar de tema. En todos esos lapsos, yo empeñaba mi energía en tratar de descifrar su intención en todo este asunto. Y en eso, empezaba mi nuevo colegio allá, pero con mi corazón en Chile. Buenos Aires me parecía todo gris; llanamente no quería otra cosa que volver. Pasaron varios meses, yo seguía en vano tratando de hacer avanzar aquella relación, pero no me animaba a dar un paso. Un día, aprendí a tocar "In my life" de los Beatles en la guitarra. Era la perfecta canción de amor; perfecta para mostrársela si quería hacer avanzar las cosas. Aunque arriesgado. Empujado por el consejo de mi padre, de atenuar mi intención diciéndole más casualmente que esa canción me había hecho acordar a ella, ya estaba prácticamente decidido a enviársela. Sin embargo, nunca la grabé y nunca se la envié.
Entretanto, me tomaba cada vez más en serio la idea de conseguir volver a Santiago. Y aquello no sería fácil. Empecé a elucubrar cada vez más argumentos para convencer a mi familia paterna de que era mejor volver a vivir en Chile. Mas no fue hasta que empezaron a aceptar mis argumentos que yo percibí lo que significaba decirles que me arrancaran del lugar donde vivía con ellos. Al mismo tiempo, mi relación con Lina agarraba cada vez más confianza, aún sin prosperar a mayores. Volver a Santiago implicaba trámites como volver a cambiar de colegio y de residencia, pero parecían estar dadas las condiciones. El momento venía y yo esperaba cada vez más ilusionado anunciarle a Lina mi regreso. Llegaba al punto de no retorno. ¿Estaba seguro de tomar tal decisión?
La reacción de Lina a mi anuncio me confirmó que no me había equivocado. En la noche del 21 de mayo aterricé.
Durante todo el tiempo pasado en la Argentina no había parado de reivindicar que era ajeno al país, y que mi origen era Chile. Harté a mi familia diciéndoles en cada ocasión que soy chileno. Cada tema de charla, incluso ajena, me servía para tomar posición. Y soñaba cotidianamente con "volver a mi país". En otros momentos pasé mi tiempo queriéndome ir de Chile a Argentina: o el pasto es siempre más verde en lo del vecino o cada lugar tenía sabor según yo tuviera una ilusión de afecto por alguien, pienso. Como dije antes, ahora había dejado mi corazón en Chile. Y cuando aterricé en Pudahuel, cada cosa que miraba a mi alrededor era felicidad. En el aeropuerto un afiche publicitando el puerto de San Antonio, las afueras vistas desde la autopista; todo significaba lo que en ese momento significaba Chile.
Volviendo a la realidad: entré al colegio y sin darme cuenta me senté al lado de Lina. La reconocí pero aguardé a la sorpresa. El resultado es que se sorprendió cuando me vio, y me saludó amablemente: pero no me prestó más atención. Los días siguientes la vi desde lejos riéndose y charlando con otros chicos, y prácticamente no hablamos. Y así continuó la historia. Terminé la secundaria y Chile me pareció un país decepcionante.
Fui un minero por un corazón de oro
Son esas expresiones que nunca doy
Que me hacen seguir buscando un corazón de oro
Y estoy envejeciendo.
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- Martín
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Re: HEART OF GOLD
Mar Mar 19, 2024 4:17 pm
Pequeña acotación: pese a mis intentos, por una cuestión del formato de texto de este sitio hay espacios desproporcionados entre los párrafos, y algunas sangrías que faltan.
Espero que no sea demasiado inconveniente.
Espero que no sea demasiado inconveniente.
- BuhodicenzoPoeta en ciernesGenerador de debatePremio a la participación activa en el foroPopularidadGalardón al poeta cuyos temas gustan a la comunidad
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Re: HEART OF GOLD
Mar Jun 25, 2024 8:08 pm
Me gustò la historia interesante con giños de amor un placer pasar por tu obra.
javier
javier
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