Rojo escarlata

Los cristales seguían en el suelo.
Rojos.
Por dos razones.
Por qué seguían cálidos
y
seguían ensangrentados

(Fuego)
Cálidos por qué le pertenecían al horno que era mi pecho que antes del echo de tu llegar ardían sin parar,
pero se empezaron a enfriar por tu gélido pasar, traspasó mi piel sin dolor superficial solo dejando un irrellenable vacío que siempre intento llenar.

Me quitaste el fuego y me dejaste despierto en el helado lecho.

(Sangre)
Pero también el cristal también convive en lo corporal, con pulmón y tórax
con arteria y vena
pero a tus garras de búho no le parecieron
se entrometieron en mi entraña y piel la desgarraron con dolor y en la habitación solo se quedó tu olor.

El fuego se fusionó con la sangre y juntos crearon el corazón mi corazón.