La sinfonía de Laura

Laura perdió la memoria al ver su reflejo en los cristales de los escaparates, decoración de la calle del augusto emperador. Reveló sus miserias inadvertidas a los ojos humanos; ella, catarsis del tiempo, rodeada de enigmas, misionera de equidades, discursante de púlpitos color gris pardo, como parda ha sido su vida esculpida de anaqueles y sinfonías de llanto.
Laura perdió el sentido, trasnochada en metódicas tertulias de cafés franceses, austriacos o suizos, enarbolando las palabras de San Pedro apóstol al negar tres veces al maestro, silenciosa (sus palabras siempre fueron silenciosas) casi como animal ingente, como luz opaca ante el verbo de la elocuencia.
Laura perdió sus miles de rostros desandando entre la multitud de los teatros, sintiéndose Evita sin Perón o Evita sin luciérnagas vagando en una fría noche austral. Cargada de milongas escritas a las sombras de un amor porteño.
Los otros perdieron a Laura (la misma Laura enamorada de un hombre sin nombre) acuciante, dictadora, infértil e insípida. Laura al borde del desierto, desterrada de las calles, de las avenidas, de los bares, de la inmundicia humana.

Alexander Pascual Estrada

Estimado. Me pongo de pie para aplaudir esta prosa, donde nos presenta a Laura.

Imágenes retóricas muy logradas.

Con todo respeto: No leo la historia.

Un beso