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la isla de la Palma
Vie Ago 30, 2024 10:38 pm
La isla
Breve forma de la plenitud,
surgiste de las profundas calderas
que laten bajo el mar
y nunca en ti se apagan
las brasas de la creación.
Engalanada con verdes primorosos
oscuros desiertos atesoras
con el celo de una loba
que guarda sus cachorros
de un negro remoto y primigenio,
hermoso pigmento de la devastación.
Con sus olas furiosas, renuentes,
el océano te guarda y te amenaza,
te horada y te recrea
como un inmenso alfar
orgulloso de su arcilla
que poco a poco cobra
la hechura de la belleza.
Y en tus selvas de tilos y laurel
pervive aquel misterio
remoto de la Macaronesia,
en que hermosos edenes parecían
anteriores a todo lo creado,
en el amanecer más prístino,
cuando la mano del hombre
no mellaba la pureza infinita.
Juguetones, los peces de colores
buscan bajo las aguas
la clave dorada de los prismas,
solo obedientes al capricho
del juego iridiscente, delirio de la vista.
El gigante que en tu centro vigila,
Señor del fuego y de la destrucción,
alimenta en su vientre altivos pinos
tan verdes y fuertes como la esmeralda
en la eterna brillantez que te ornamenta.
Breve forma de la plenitud,
surgiste de las profundas calderas
que laten bajo el mar
y nunca en ti se apagan
las brasas de la creación.
Engalanada con verdes primorosos
oscuros desiertos atesoras
con el celo de una loba
que guarda sus cachorros
de un negro remoto y primigenio,
hermoso pigmento de la devastación.
Con sus olas furiosas, renuentes,
el océano te guarda y te amenaza,
te horada y te recrea
como un inmenso alfar
orgulloso de su arcilla
que poco a poco cobra
la hechura de la belleza.
Y en tus selvas de tilos y laurel
pervive aquel misterio
remoto de la Macaronesia,
en que hermosos edenes parecían
anteriores a todo lo creado,
en el amanecer más prístino,
cuando la mano del hombre
no mellaba la pureza infinita.
Juguetones, los peces de colores
buscan bajo las aguas
la clave dorada de los prismas,
solo obedientes al capricho
del juego iridiscente, delirio de la vista.
El gigante que en tu centro vigila,
Señor del fuego y de la destrucción,
alimenta en su vientre altivos pinos
tan verdes y fuertes como la esmeralda
en la eterna brillantez que te ornamenta.
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