El regalo inesperado

EL REGALO INESPERADO


Un día cualquiera, el cielo
de nubes que pasan y vuelven
en el tiempo indeciso,
se viste de domingo.
El aire huele a galletas
y en el mar dulce y quieto,
canciones de espuma acompañan
a los hombres de buena voluntad.
.
La altura  se agota en globos
y foques, y hasta el ciprés
busca en la luz el origen
de su sombra interminable.

Como regalo inesperado,
los ojos poseen aquello
que la claridad señala;
La silueta que suma otra dimensión,
el viento entre perfumes  
y piedras inmutables -testigos
de milenios-, o la belleza
efímera de amapolas en campos
de trigo y de batalla.

Las gaviotas chillan, y aun sin alas,
con ellas vuelo sobre un mar
que salpican biznagas de cristal,
mientras los niños hacer hervir
cualquier plaza al mediodía.

Las llamas entre los sauces
han  incendiado la corriente
azul que aleja débiles certezas;
que oscura es la ceniza de la luz.

Astros sin sombra que saben de nostalgias
miran desde la noche más alta este cuerpo
que esperan merecer mañana
otro mínimo instante de paz.

Aquí te vuelves más descriptivo, deteniéndote en la contemplación del paisaje, como un pintor con su caballete.

En este verso:

"que oscura es la ceniza de la luz."

Creo que me faltaría una tilde en "qué oscura" para darle más énfasis.

Saludos, Pablo.