Muchas Copas

MUCHAS COPAS.

Tantas copas,
tantos visos en las aguas del milenio
y el plin que ensordece nos convoca.
Las burbujas ascienden
como vítores, como lamentos,
como tantas otras cosas. Con la mirada taciturna de los sismos,
pero con la perfecta acústica de las bóvedas azules,
palpitan los hogares.

El santo grial levanta sus secretos
y en las catedrales un brindis de campanas
anuncia que las vidas que surgen también parten.
Pero continúan los perdones y reencuentros.

Las botellas de vino cuelgan en racimos.
Y se llenan los cálices de la paz de sus arpegios,
antes de que las copas de la ira se derramen.

Naves foráneas y nativas, guerras propias y extrañas,
estrellas fugaces, partículas que no acatan la razón,
relojes relativos. Todos, recipientes expectantes…
Y nosotros bebiendo angustias y esperanzas.

En el paisaje algunos presienten
solamente campos yermos, mientras a su espalda
las copas de los árboles, del verde, siguen llenas.

¡Por los reinicios! ¡Qué se derramen en la nieve las cápsulas del miedo!
¡Qué caduquen los delirios de su médula!

No hay embriaguez mejor, que la de acertar cuando se apunta,
que la de ceder músculo a conciencia.

Brindemos pues, que es tiempo de sed
y quizás de muchas copas.

"con la perfecta acústica de las bóvedas azules"
"¡Qué se derramen en la nieve las cápsulas del miedo!" (aquí sobra la tilde de "que")

Destaco estos versos.

Por el título y continuas referencias al bebercio, podría parecer un poema hedonista, de celebración dionisíaca, pero como un brindis de fin de año en una familia donde se sienten las ausencias, hay un halo lúgubre que impide que la felicidad sea completa. Así surge el alcohol como nepente.

Brindemos, pues, ¡por el Año Nuevo! ¡Feliz 2020, Boris!