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Cada día, ante el espejo,
los ojos del extraño que me mira,
insobornable guardián de todos los secretos
de mi vida que solo la fe puede descubr
conocen del miedo y el llanto de mis noches
mas largas, o la sonrisa de los días de vino y azul
sumergidos ya en un lago de plata. Imagen
diluida, como los sauces en el ocaso
que ocurre en soledad. ¿Son míos esos ojos
sin alma? ¿Qué me reprochan, tan fieros como el silencio
de una pistola que brilla a la luz de farolas ajenas a la venganza?

He acechado la última revelación
tras las esquinas, en el aire dulce como el beso
que se diera al moribundo o en la espuma
que en vano viaja de costa a costa
para doblegar la piedra;
Cuales son las palabras de la niebla, donde anida
el canto del ruiseñor, si sabré amar,
más allá del límite donde sucumben los secretos,
lo que amo hoy.
A lomos de un caballo de madera persigo
cualquier resto de esperanza. El bosque resplandece
en cobres esta tarde. Los lobos urgen a la Luna y el mar
susurra historias de piratas buenos.

Presiento que a no tardar, la criatura que vive
en la profundidad del tiempo y es señor de las ondas,
que todo ve y todo recuerda, hará oír su voz:
será la hora inapelable de la convocatoria.
Espera entonces. No cierres los ojos si no me ves.
Llegarán otros que, como los míos antes,
busquen en los tuyos lo que una vez vieron sin mirar,
pero que guardaste latiendo a la orilla de tu infinito.

Aunque en ocasiones resulte un tanto prosaico y poco metafórico, el poema es hermoso en sí. Un saludo Pablo-.