Nostalgia de la altura

NOSTALGIA DE LA ALTURA


Con el Sol en la cara y el alma
expuesta a todas las tentaciones,
subimos hasta la cumbre de la vida
nosotros, jóvenes locuaces
de carne sedienta y amor en ciernes,
para unirnos al latido de los mundos
que el cielo oculta.

Dios también era joven y era nuestro,
y parecía complacerse en la imprudencia
inocente de aquél puñado de criaturas,
felices cuando pensaban que el viento
rubio y salobre bastaría para perpetuar
el instante de la conquista.

Nunca supimos cuando acabó
el recreo de los sentidos. Las ausencias
indicaron el momento del descenso
hacia un umbral distinto, de piedra
herida por oscuros símbolos
que las buganvillas dejaban ver,
bajo una luz tardía, exenta ya de ruiseñores.

Los ojos buscan en vano
reflejos del dulce tiempo pasado,
aquélla desnudez del aire perfumado
de futuro, entre cenizas ya frías
y hojas sin brillo. Es el escenario
que el mismo Dios, también dolorido
y tan cansado, ha construido
para el último acto de la tragicomedia
que resulta ser siempre el desvivir.

Tal vez porque vivir es desvivirse, y la vida tenga mucho de tragicomedia, como señalaba Bienve al hilo del poema de Sofi.

Estos versos tienen tu sello de autor: nostalgia del amor, naturaleza omnímoda y Dios que observa en la distancia.

En el plano estilístico, te sobran una tildes y te faltan otras.

Saludos, Pablo.