- Óscar Bartolomé PoyFundador del ParnasoGenerador de debatePremio a la participación activa en el foroInsignia de oroDistinción al poeta que obtiene el reconocimiento de los demás compañerosPopularidadGalardón al poeta cuyos temas gustan a la comunidadMirmidónVeterano del foro
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Caro data vermibus
Jue Jun 18, 2015 11:58 am
temor à la morte
Me despierto. No veo nada. A mi alrededor, una oscuridad impenetrable, caníbal. Todo está en silencio. El silencio gravitando sobre mis labios como un planeta monocromo. Hay tanto silencio que asusta. Me asusta este silencio embalsado, su tictac blando e inexorable que se me clava en los tímpanos. Y la oscuridad. Una oscuridad pulposa y tumefacta que me envuelve como un sayón. Huele a humedad, a tierra mojada y removida y a… ¿Pero qué es ese olor tan fuerte que asciende por mi pituitaria y casi me hace estornudar? ¿Trementina? Juraría que es el barniz que se le da a la madera. ¿Y ese otro olor? Parece alcanfor. Qué raro, trementina y alcanfor. En mi casa nunca he respirado esos olores. Gotas de sudor en mi frente; más que gotas, chorretones. Aquí dentro hace un calor insoportable, un calor de crematorio. ¿No estoy demasiado abrigado para haberme acostado? Una punzada de dolor me recorre la espalda y me sube por las cervicales como una procesión de hormigas rojas. Tengo el cuello rígido y la cabeza apoyada en un respaldo mullido, como forro de terciopelo. No, ésta no es mi almohada. Pero espera, ¿dónde estoy? ¿Qué hago aquí? Intento mover los brazos y no puedo. Los tengo pegados a los costados. Mis piernas también están estiradas y juntas. Anquilosadas. Yertas. Estoy tumbado boca arriba. Decúbito supino. No puedo mover un solo dedo, ni girar a un lado la cabeza. Estoy encerrado, aprisionado en un estrecho cubículo. Y de pronto me golpea la realidad con toda su crudeza: ¡Dios mío, estoy dentro de un ataúd! Bajo tierra. ¡Me han enterrado vivo! Como en aquel cuento de terror de Edgar Allan Poe. ¿Seré uno de esos desdichados catalépticos? Strigoi. Un vampiro desnortado que acaba de salir de su encrucijada. Pero yo no puedo salir. Ojalá pudiera, pero estoy encerrado. Fatalmente encerrado. ¿Quién me ha encerrado aquí? Yo te maldigo. Me empieza a faltar el aire. No puedo respirar. Me ahogo. Grito: ¡auxilio! ¡Socorro! ¡Que alguien me ayude! Y de mi boca sólo sale un débil murmullo. Aire vacío, corrompido, cavernario. Un esputo sanguinolento, un feble estertor. Mi aliento y mi voz, una paloma sin fundamento. El corazón me late desbocado. Parece que se me va a salir por la boca. Aúllo desesperado: por Dios, ¿hay alguien ahí? Pero no, claro que no hay nadie. Nadie puede oírme. Estoy condenado. Sentenciado. Me han enterrado vivo y me van a dejar morir en este agujero maloliente, en esta infecta letrina. Como una rata me van a dejar morir. Los cabrones. De nada sirve que grite y que haga esfuerzos por levantar la tapa. Es inútil. Sólo conseguiría romperme las uñas. Jamás saldré de aquí. Estoy jodido. Bien jodido. Si me excito, agotaré antes el oxígeno y en unas pocas horas habré muerto de asfixia. Tal vez sea lo mejor. Una muerte rápida, indolora; menos penosa, en cualquier caso, que una muerte por inanición. Nunca imaginé que moriría así. ¿Y quién imagina para sí una muerte tan cruel? Sólo los autores de terror, y sólo en sus peores pesadillas. Lo sé. Soy carne para los gusanos. ¿Por qué no me habrán incinerado? ¿Por qué no lo dejaría escrito en mi testamento? Qué idiota.
Y en un último instante de lucidez, antes de que mi nombre desaparezca en la densa niebla del olvido, pienso: ¿por qué vestirán a los muertos si los bebés vienen al mundo desnudos, y total, donde están nadie puede verlos? Pero no tengo ganas de reír. No, hoy no. Lloraría si pudiera, pero ni eso puedo. Se me ha hecho tarde de tanto esperar.
Y en un último instante de lucidez, antes de que mi nombre desaparezca en la densa niebla del olvido, pienso: ¿por qué vestirán a los muertos si los bebés vienen al mundo desnudos, y total, donde están nadie puede verlos? Pero no tengo ganas de reír. No, hoy no. Lloraría si pudiera, pero ni eso puedo. Se me ha hecho tarde de tanto esperar.
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Re: Caro data vermibus
Jue Jul 02, 2015 10:10 pm
Deberíamos poner un aviso en cada relato: No recomendado para...
Joder, qué sensación me ha dejado...
Ahora hasta pienso que, si me incineraran, seguro que me despierto entre las llamas. Yo quiero que me descuertice un monje budista, aunque seguro que me despierto sin piernas ni brazos, o en algún nido rodeado de pequeños buitres.
Muy bueno, Óscar.
Joder, qué sensación me ha dejado...
Ahora hasta pienso que, si me incineraran, seguro que me despierto entre las llamas. Yo quiero que me descuertice un monje budista, aunque seguro que me despierto sin piernas ni brazos, o en algún nido rodeado de pequeños buitres.
Muy bueno, Óscar.
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Re: Caro data vermibus
Vie Jul 03, 2015 11:44 am
M.G.Hernández escribió:Deberíamos poner un aviso en cada relato: No recomendado para...
Joder, qué sensación me ha dejado...
Ahora hasta pienso que, si me incineraran, seguro que me despierto entre las llamas. Yo quiero que me descuertice un monje budista, aunque seguro que me despierto sin piernas ni brazos, o en algún nido rodeado de pequeños buitres.
Muy bueno, Óscar.
Éste es un relato que llevaba muchos años preparando, y que escribí finalmente el año pasado, cuando sentí que había llegado el momento. El origen está en su mismo título: "caro data vermibus", expresión latina con cuyas iniciales se construyó la palabra "cadáver". No es que la idea de partida sea muy original (desde Poe ha habido muchos intentos), pero espero, al menos, haberle dado un tratamiento relativamente novedoso.
Me alegro de que te haya gustado. Un abrazo, Mariano.
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