¿Prostituta? ¡Qué sabe nadie! (Octavas Agudas)

Apurando el pitillo en una esquina,
mendigando el dinero de algún cliente,
aterida de frío e indigente;
mantenía en sus labios el rubor.
Simulaba miradas de felina
abusando de sombra y coloretes,
se prestaba a los hombres cual juguetes
y sus ayes los eran de dolor.

Sufridora del  vientre hasta morir,  
que la vida trató muy duramente
y en el pueblo la tachan de indecente
sin saber sus motivos ni razón.
La hicieron sin amor, para sufrir,
sin que nadie pregunte con esmero
el porqué de su entrega por dinero,
el porqué de su ingrata profesión.

Yo quisiera escuchar tus argumentos,
si fuiste mujer libre al elegir
tu  destino, la senda que seguir
sin que nadie te imponga condición.
Y quisiera que vivas los momentos
con completa alegría y libertad,
que tu cuerpo no sea propiedad
ni lo cambies por precios o prisión.

Te sueño cuando estás contigo a solas
con el rimel lamiendo tus mejillas,
en la estancia de apenas cuatro sillas,
y teniendo por cama algún sillón,
mientras limpias tus labios de amapolas
contemplando al pequeño que amamantas
sin nada que te cubra tus dos plantas,
ni un beso que te llegue al corazón.