El último trago

A la espera de tiempos mejores,
decido apurar el último trago
sentado en la modesta terraza de la trepidante acera.
Pienso que la bella mujer que ha pasado
y que quizás me miró, constituye desde su realidad
una irrealidad que nunca será mía.
Pero la cerveza fría amarga, y los agradables sorbos
entre la calle transitada, inconsciente de mi ser,
forman ya parte de un mundo y un tiempo que no me pertenecen,
a los que asisto con los perplejos ojos del pasado:
La mirada de aquel joven escéptico que nunca pudo
ni osó adueñarse de sus días.
Cae la tarde con su brillo de ámbar
y me apresto a deambular de nuevo por la ciudad.

Recoges un instante de cotidiana universalidad y lo envuelves en un halo de existencialismo al son del ocaso.

Me ha gustado. Saludos, Pascual.

Muchas gracias, sé que este estilo de poesía, algo seco, no gusta mucho aquí; así que te lo agradezco doblemente. De todos modos, no siempre se está fino o acertado con esto de los versos. Ja, ja!!

Ay! yo también me senté en alguna terraza en plan espectador de la vida. Qué bueno tu poema. Merece muchos más comentarios. Saludos.

Gracias, Ramón. Solo es un intento fallido, no merece nada. Un saludo.

Para que no sea el último trago brindo por ti y por estos versos que nos dejaste como espectador cercano de cualquier escena habitual en cualquier ciudad del mundo, con ese halo del que observa absorto en sus propios pensamientos pero sin perder detalle,
saludos