(Casi) todos mis libros

El que guardé en mi librero asoleado y me miraba agradecido
el que dejé en el árbol veterano una tarde de vacaciones
el que llegó a mi sueño divergente
mientras que el otro se posaba cercano a la almohada cansada
el que surgió de repente causando aquel bucle infinito
el clásico juvenil que transfiguró a los personajes imaginarios
el que pernoctó a la medianoche al aparearse los animales que chirriaban
y contemplar las heladas que de escarcha vestían
el de los poemas que se leen con estruendo en soledad
el que peinaron los vientos una tarde de fiesta
y el que resistió en sus pliegues y se puso impasible por muchos decenios
el de mi única lectura que contuvo el arrugado separador
y el que cayó cual animal malherido por un sismo
el fragante, como henchido de húmeda cueva
el que tiene el título en letras doradas
el temible
el que se abrió en el lomo y por ahí entrecierra las motas de polvo
y el que apenas ha sido tocado, quizá un nonato
el que fue regalo de mi infancia
y me volvió aventurero en los terruños extranjeros
el que me sudó en la palma de la mano con rubor
y me provocó resguardar el calor
como absoluto fue mi aguante en veranos terribles
el de las letras bailadoras que esperaban al lector
el que se perdió entre una caja a la manera de un objeto evanescente
el de la firma borrada, evaporada
el de la sorpresa abandonada, aunque inaudita
el de la pasta blanduzca
el libro frágil que dijo -¡sorpresa!-
"al principio comencé siendo compuestos orgánicos."