El país de las sombras

Tú nunca quisiste conocer
ese dolor que nace en la orilla del río
cuando lavas las ropas del silencio.
El invierno con su costumbre de rocío
en las hojitas verdes del árbol de eucalipto.

Las mañanas celestes pendiendo del negro de mis ojos
la piel del nopal rayendo mi tacto sin memoria
la cantuta cansada sosteniendo mi voz
cuando despierta en tu nombre abisal
el perfume de un pasado inconcluso.

Tú no quisiste nunca conocer
la tosca caricia del ichu en las mejillas rosadas
la danza del reloj a las 6 en punto de la tarde
cuando zapatea transparente el agua al ritmo de una quena.

Tú nunca vas a conocer
la mirada redonda de las aves de agosto
el llanto sin lágrimas de un huayno
esta pena sin pena que congela el invierno
este amor que llegó solamente a ser poema.

Es ácido, como abrazarse a sí mismo. Y dices quena, que en verdad es un fluido de luces que quieren romper el barro. Se abre aquí una intimidad natural, pero concentrada y cedida a los elementos, y es revelador, que al tú le señalas su nombre abisal, y usas los abismos de los nombres que reptan hacia los sentidos para cederles cuerpo y densidad. La poesía es sostenerse así, matener la belleza a salvo de la belleza arrojándosela a los ojos de la arena del mundo. Un placer, Marisol. Abrazos.

Es éste un poema muy telúrico y germinal. Aquí utilizas una isotopía de vocablos enraizados en tu tierra, en su paisajes y sus costumbres, pero aunque el lector no esté familiarizado con dicha terminología, el mensaje llega diáfano, y más en esa última estrofa que muestra la transubstanciación del amor en poesía.

Besos faetónicos.

Me ha encantado el recorrido del poema, ese tú que no quiere conocer, hasta ese otro tú de la última estrofa que nunca va a conocer...hay un viaje subterráneo hasta llegar ahí, verso a verso escarbando,
el cierre es simplemente magnífico. Me gustó, mucho.

Un abrazo grande.

_María